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En la última versión del ‘Café con Arte’ virtual, Jaime Restrepo Cuartas, rector general y María Margarita Rivera Galvis, vicerrectora de Extensión dialogaron con el escritor santandereano y docente UDES, Sergio Augusto Sánchez, sobre su libro de cuentos titulado ‘Lluvia sobre el asfalto’.
Sergio Sánchez es comunicador social y magíster en Escrituras Creativas de la Universidad Nacional de Colombia. A lo largo de su carrera como escritor, ha logrado significativos reconocimientos, entre estos ha sido ganador del Concurso Nacional de Cuento Corto de la Universidad Externado de Colombia; el estímulo a la escritura de guión para largometraje del Fondo para el Desarrollo Cinematográfico de Proimágenes; el estímulo artístico del Instituto Municipal de Cultura y Turismo de Bucaramanga y la beca para la creación de un libro de cuentos por parte de este mismo instituto.
Algunos de sus cuentos han sido publicados en periódicos, revistas y antologías, y su obra ‘Lluvia sobre el asfalto’ fue traducida recientemente al finés.
Esta obra cuenta la historia de unos viajeros, quienes observan a algunos personajes que van apareciendo a lo largo del camino en la vía al mar, específicamente en la ‘Ruta del Sol’, por lo cual, el rector general Jaime Restrepo, manifestó que “en la literatura, un libro puede surgir de una imagen viva o actuante, esto lo digo porque los estudiantes que nos acompañan hoy podrían creer que para escribir un libro se debe tener toda la historia y no, muchas veces es una imagen la que nos permite iniciar esa historia”.
Durante el conversatorio, Sánchez habló sobre cómo surgió esta obra: “en la gestación del libro aparece un cuento inicial que es ‘Los pescadores’, que empecé a escribir en un taller de la Red Relata del Ministerio de Cultura. A partir de ese taller me quedó resonando el río como tópico y en este caso, la ‘Ruta del Sol’ va haciendo un poco el trazado del río Magdalena. También este libro nace por la fijación del trayecto que ha tenido históricamente el país en su conexión entre el interior y la costa, por esto quería retratar esas imágenes que se pueden observar en esa ruta”.
El autor también compartió con los asistentes un fragmento de uno de sus cuentos llamado ‘Cuatro vientos’:
“Después de kilómetros de recta interminable bajo el sol, se llega a un pueblo o al menos a un mercado persa que invadió la autopista que llega al mar. Durante el día el asfalto caliente se dilata y las tejas de zinc se retuercen, de noche los mosquitos no dan tregua, el único olor de esta parte de la ruta, es el de la gasolina. En ese punto del trayecto, las penas también huelen a eso. Sobre ambas orillas de la carretera, los contrabandistas de combustible instalaron casas improvisadas para comercializar su producto. Primero un tipo que quería rebuscarse unos pesos, luego otro que huía de su pasado y luego otro y otro.
Justo en la mitad del caserío hay una estación de gasolina legal que pertenece a Petromovil. El edificio desentona con el decorado continuo de casas de madera o techos de latón, con paredes de plástico negro, de mecedoras sucias y hombres sudorosos, curtidos y ligeros de ropa. Comparada con la vecindad, la estación de Petromovil parece moderna y limpia, sin embargo el sedimento en los filtros transparentes de las mangueras dispensadoras indica que nadie a tanqueado allí desde hace mucho tiempo. Cuando el sol pega más duro porque aparece atascado en el cenit, de la tierra se levanta un bao que se confunde con el olor de la gasolina. A esa hora el pueblo es una postal desteñida para el viajero de paso.
“Oye pero no entiendo, yo pensé que estábamos bien”, dijo el hombre que empezada a desesperarse. James Brown Rentería, estaba cerca a los 30 años y era de los pocos pobladores de esa zona que había estudiado el bachillerato en Valledupar. A su regreso con el diploma debajo del brazo, consiguió el puesto de administrador de la gasolinera Petromovil, justo cuando bajaban las ventas y se multiplicaban los contrabandistas de combustible al pie de la carretera. Desde entonces, James había trabajado ahí, por el mismo salario mínimo más un bono correspondiente a las ventas que nunca llegó a ver. “Usted sabe que yo también quiero otras cosas”, dijo Yesenia tomándole las manos y “ya vi que no me las va a dar”. James se quedó mirándola y agachó la cabeza, ella supo sostenerle la mirada con esos ojos verdes que resaltaban en su piel mulata. Yesenia era el mejor resultado del mestizaje y más de uno en el pueblo soñaba con su belleza por las noches, a pesar del calor y los mosquitos gigantes”.
Finalmente, Sergio Augusto Sánchez, compartió con los asistentes al ‘Café con Arte’, cómo nace su gusto por la literatura: “siempre me gustó narrar historias desde muy niño, así que inicié estudiando historia, luego deserté de esta carrera porque descubrí que mis inclinaciones eran más hacia la literatura. Aunque los semestres que pasé estudiando historia no los desaprovecho nunca, porque este conocimiento lo he podido incluir en mis relatos. Sin duda, mi relación con la literatura es completa, realmente todo lo que tiene que ver con la narración me interesa”.
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