Crónica: Estudiantes de Fonoaudiología UDES relatan su experiencia al ‘dibujar la alegría’ de mil niños en la Orinoquía

No era simplemente otro día de trabajo médico, era un día destinado a marcar la historia: con la colaboración de estudiantes de la Universidad de Santander (UDES), la fundación Dibujando Alegría llevó a cabo la cirugía número 1000, en el marco de una misión que ha transformado vidas en los llanos orientales de Colombia.

Eran las 6:00 a.m. del 29 de octubre cuando el aeropuerto de CATAM se despertaba con una energía especial. Nos reunimos allí un grupo diverso de profesionales: médicos, residentes de cirugía maxilofacial, enfermeros, instrumentadores y por supuesto, nosotras, dos estudiantes de Fonoaudiología UDES, listas para emprender una misión que prometía transformar vidas. Con el corazón lleno de emoción y gratitud, abordamos un avión de la Fuerza Aérea Colombiana. Durante el trayecto, entre la turbulencia y las risas nerviosas, reflexionamos sobre lo privilegiadas que éramos por haber sido elegidas para esta experiencia.

Al llegar a Yopal, la emoción creció aún más. Apenas pisamos tierra llanera, nos trasladamos al antiguo hospital de la Orinoquía, donde decenas de niños esperaban, junto a sus familias, con la esperanza de un cambio que marcara sus vidas. La jornada de valoraciones fue intensa; más de un centenar de niños fueron atendidos. Cada valoración traía consigo la sonrisa aliviada de los padres al saber que sus hijos tendrían una oportunidad. Terminamos exhaustas pero llenas de satisfacción, listas para recargar energías y enfrentar lo que venía.

El segundo día marcó el inicio de las cirugías. Nos dividimos las tareas, una de nosotras trabajó en consulta externa, ofreciendo atención a niños que no requerían intervención quirúrgica, mientras la otra acompañó al equipo en el quirófano del nuevo hospital de la Orinoquía. Fue un día lleno de aprendizajes. Los médicos compartían sus conocimientos mientras realizaban cirugías de labio y paladar. Tras cada operación, orientábamos a las familias sobre el cuidado postoperatorio, desde la dieta hasta las precauciones necesarias. Esa noche, aunque nuestros cuerpos clamaban descanso, nuestros corazones rebosaban gratitud.

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Mil sonrisas

El tercer día siguió el mismo ritmo. Consulta externa, hospitalización y cirugías se entrelazaron en un día lleno de esfuerzo y recompensas. Cada interacción nos recordaba el impacto de esta labor.

Además, fue un día especial para la jornada, este día junto con la fundación Dibujando Alegría, realizamos nuestra cirugía número 1000, un logro que representaba no solo esfuerzo, sino también esperanza y amor por cambiar vidas.

El protagonista de esta historia era un pequeño bebé, indefenso y hermoso, con unos ojos grandes y brillantes que parecían contener todo un universo de sueños. Su llegada al quirófano fue un momento emotivo para todos. Era imposible no sentir una conexión especial con ese pequeño, cuya dulzura y fragilidad nos recordaban la importancia de lo que hacemos.

En él veíamos reflejada la esperanza de tantas familias. Con su cirugía sabíamos que estaríamos dibujando una alegría más, la número 1000. Ese día no solo celebramos un procedimiento médico exitoso, sino también 1000 razones para seguir trabajando, para continuar llevando sonrisas a quienes más lo necesitan. Este pequeño, con su mirada profunda y su espíritu especial, nos recordó por qué hacemos lo que hacemos: para transformar vidas y regalar sonrisas, una a la vez.

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Una experiencia enriquecedora

El día siguiente trajo consigo un equilibrio entre trabajo y reflexión. Las rondas de hospitalización y las cirugías continuaron, pero también hubo espacio para relajarnos un poco, compartir en equipo y disfrutar del paisaje que nos rodeaba. Fue un día de consolidar aprendizajes y fortalecer lazos con colegas que se habían convertido en amigos.

Finalmente, llegó el quinto y último día. Las rondas de hospitalización estuvieron llenas de despedidas emotivas, mientras entregábamos indicaciones y ejercicios a las familias para continuar el proceso en casa. Culminamos esta jornada con una cena de despedida, rodeados de risas, anécdotas y palabras de agradecimiento. La deliciosa carne llanera y la calidez de la compañía cerraron con broche de oro una experiencia que nos transformó.

Llegó el 3 de noviembre, y con él, el momento de regresar. Mirábamos hacia atrás con nostalgia y orgullo: cinco días intensos, llenos de aprendizaje, cansancio, y sobre todo, gratitud.

Nos llevábamos no solo nuevos conocimientos, sino también una perspectiva renovada sobre nuestra vocación. Esta experiencia nos hizo comprender que, aunque el trabajo pueda ser agotador, el impacto en la vida de esos niños y sus familias vale cada esfuerzo. Con la promesa de regresar algún día, partimos con el corazón lleno de esperanza y felicidad, listas para seguir dejando huella.

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 Por: Jenny Fernanda Sánchez Abril y Lina Alejandra Machuca Trillos

Estudiantes de Fonoaudiología UDES